Que el alma quiera; la libertad en los niños
La formación de la voluntad y la autonomía reflexiva en los niños es un aspecto central en su desarrollo personal y social. Alcázar (2001) nos advierte de la confusión social sobre la libertad, a menudo entendida como independencia o autosuficiencia, lo que puede llevar a una peligrosa indiferencia hacia los demás y, en última instancia, a una infelicidad sin propósito claro y por lo tanto de difícil solución. La verdadera libertad, según Alcázar, no se trata de actuar sin restricciones, sino de construir una identidad digna y única a través de conocimientos, hábitos y virtudes que permitan a la persona controlar sus actos y desarrollar la capacidad de amar. En este contexto, se vuelve fundamental comprender que la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para buscar el bien y conectar con los demás de manera trascendente.
Desarrollo de la voluntad y autonomía en los niños
Para que los niños comprendan y ejerzan la libertad de manera responsable, es necesario enseñarles a superar las barreras de los impulsos y las emociones. Esto les permitirá ver la realidad con mayor claridad y tomar decisiones conscientes, alejadas de los condicionamientos inmediatos y de las influencias sociales. Lograr esto requiere una educación que fomente el conocimiento y el autogobierno, un proceso que demanda reflexión y aprendizaje a partir de elecciones correctas e incorrectas.
La verdadera libertad implica tomar decisiones que, aunque a menudo contraríen los deseos inmediatos o los dictados sociales, sean coherentes con un bien superior. De este modo, se establece que la libertad no es un fin, sino un medio para alcanzar una vida plena y con sentido. En el caso de los niños, es importante enseñarles a cuestionar qué significa ser libres, ayudándoles a entender la responsabilidad que ello conlleva.
Para promover una educación orientada a la libertad, debemos nutrir a los niños en todas sus dimensiones: intelectual, volitiva y afectiva. Esto incluye el fortalecimiento de su inteligencia mediante el conocimiento del mundo y un marco moral basado en virtudes; la formación de la voluntad a través de la oportunidad de tomar decisiones y la superación de dificultades identificando cuáles son producidas por él y otras que son totalmente arbitrarias, pero que deben ser enfrentadas; y la educación de los afectos, enseñándoles a ordenar sus emociones y a poner sus sentimientos al servicio de sus decisiones. De este modo, el niño aprende a valorar el impacto de sus actos en los demás, desarrollando empatía y amor genuino.
En esta formación, la autoridad juega un rol crucial. Como señala Oliveros (1975), la autoridad es el servicio que los padres brindan para guiar a sus hijos hacia la libertad y la autonomía, orientándolos en la vida familiar para que desarrollen la capacidad de decidir responsablemente. La autoridad bien ejercida fomenta la responsabilidad, exigiendo al niño asumir sus decisiones, y consecuencias, celebrando sus logros y reparando los errores, reconociendo a quien impacta con ellos, lo cual es clave para su crecimiento.
La voluntad como base de la autonomía reflexiva
La voluntad se manifiesta en la capacidad de tomar decisiones conscientes y de asumir la responsabilidad por estas. Según Yepes y Echevarría (2003), la voluntad consta de dos momentos: el deseo racional, que implica querer algo por conocer su fin, y la elección, en la cual se decide cómo y con qué medios alcanzarlo, teniendo en cuenta las limitaciones personales. Este proceso fomenta la autoconciencia y permite al niño evaluar sus valores, metas, fortalezas y oportunidades de mejora, una introspección que es fundamental para el desarrollo de la autonomía reflexiva. Mientras el niño crece en el dominio de sí, crece su libertad y su gusto por su crecimiento intrínseco al servicio de lo trascendente.
Además, la voluntad permite resistir presiones externas y adherirse a los propios principios, incluso frente a influencias contrarias. Esta fortaleza es un elemento esencial de la autonomía reflexiva, respaldada por una voluntad firme que defiende la integridad y los valores fundamentales, proporcionando una guía sólida para la toma de decisiones.
La educación de la voluntad y la autonomía en los niños no es un fin en sí misma, sino un medio para formar seres humanos capaces de buscar y actuar por el bien, relacionarse con otros y amar de manera auténtica. Al fortalecer la voluntad, los niños aprenden a valorar su libertad de forma responsable, adquiriendo el autoconocimiento y la fortaleza necesarios para enfrentar la vida. De este modo, el desarrollo de la autonomía reflexiva no solo contribuye a su crecimiento personal, sino también a la creación de una sociedad más justa y solidaria.
Luis Montoya Camacho
Jefe de medición de la calidad
Fuentes:
Fundamentos de Antropología – Un ideal de la excelencia humana; Yepes Stork, Ricardo Editorial Eunsa.
Elementos configuradores de la autonomía en las organizaciones educativas
Educar en y para la Libertad; Alcázar, José Antonio
Editorial Eunsa.



