“Primero, tus hijos, luego tu esposo”. O: “Primero tú y luego tu esposo(a), porque si no te quieres a ti mismo, menos querrás a tu pareja”. ¿Quién no lo ha escuchado?
Tengo una opinión formada al respecto. Antes de comentarla, quisiera aclarar el concepto de amor. Se viene a mi mente aquella frase de la Madre Teresa de Calcuta: “Amar hasta que te duela”. El amor no es un sentimiento, es una entrega total por el bien del otro. Una madre, por ejemplo, no se despierta a las 3 de la madrugada para dar de lactar a su bebé por puro feeling. Ella tiene sueño, necesita descansar, pero sabe que su hijo tiene que alimentarse. Lo hace por amor.
El ejemplo por antonomasia del amor puro es el de Jesús, quien ofreció hasta su vida por amor a nosotros.
Ahora sí, el orden de los amores.En primer lugar, Dios. Él es quien nos dio la vida. Cada golpe que recibimos, cada premio, cada alegría, cada tristeza, cada obstáculo son evidencias de su omnipotencia hacia nosotros, paraperfeccionar nuestra condición humana. Recuerden que estamos hechos “a imagen y semejanza” de Él.
Llegados a este punto, hay que considerar algo importante: aquel esposo(a) que ama primero a Dios, es fortalecido por los sacramentos de la Iglesia como la Confesión y la Eucaristía. A través de la gracia que ellos nos ofrecen, tenemos la fuerza para evitar todo aquello que pueda herir o corromper el matrimonio.
En segundo lugar de los amores, está el cónyuge: es con él o ella con quien se realizauna alianza, dentro del matrimonio religioso. Una alianza no es un simple contrato, en una alianza uno ofrece todo su ser. Al decir”y me entrego a ti”,te estás entregando con todas tus dimensiones: corporal, afectiva, intelectual, volitiva y trascendente. Y como tienes previamente una amistad con Dios, lo pones a Él de testigo. Uno no realiza una alianza con los hijos que piensa tener, sino con el cónyuge, “por todos los días de su vida”.
Quien mantiene estas leyes morales y no corrompe su matrimonio, quien purifica su amor mediante el acto conyugal sin barreras o impedimentos a lo que Dios manda,convierte su lecho matrimonial en un sagrario; y al culminar el acto conyugal es Dios quien los aplaude con felicidad por haber cumplido sus mandatos.
En tercer lugar: los hijos.¿Han observado la reacción de los niños cuando sus padres se demuestran afecto? Es bien claro que la felicidad de los hijos es, en gran parte, producto de una sana relación conyugal entre papá y mamá. Asimismo, hay que recordar que los hijos no son posesión nuestra: son de Dios. Es Él quien nos ha permitido ser padres y deposita su confianza en nosotros para educarlos y hacerlos personas de bien.
Como le digo a mis alumnos: “Dios nos ha dado dos bellos regalos: conciencia y libertad. Nos ha dado conciencia para que,una vez formada y educada, sepamos diferenciar lo que está bien de lo que está mal; y libertad, para que seamos solo nosotros los que elijamos el camino a seguir”.
Mg. Iván Castillo Plácido
Coordinador de Primaria del colegio Los Álamos