Cuando hablamos de calidad educativa nos viene casi de inmediato a la mente la infraestructura, y sin querer hacemos una equivalencia equivocada: a más infraestructura, más calidad. Esta Pandemia nos ha permitido redescubrir la esencia de diversas realidades: la familia, el trabajo y la escuela. En estos meses de clases virtuales las familias han asistido a clases junto con sus hijos, las pantallas se han convertido en la nueva puerta de entrada a clases, y ha puesto de relieve que lo esencial de un colegio son sus profesores. Esto también lo afirma Andreas Schleicher, investigador experto de la OCDE, al analizar los resultados de las pruebas PISA. En su libro: “Primera clase. Cómo construir una escuela de calidad para el Siglo XXI”, concluye que el factor clave en sistemas educativos de calidad a nivel mundial es el profesorado; no lo es tanto el tamaño del colegio, el mobiliario o el número de alumnos por aula.
La calidad educativa debe medirse principalmente por los resultados de los alumnos. Se va al colegio a adquirir conocimientos, competencias y a aprender a vivir como ciudadano. Otro paradigma es que los colegios que cobran pensiones bajas son de mala calidad. Sin embargo, el 96% de los colegios privados tienen pensiones menores a quinientos soles, son de pocos alumnos, no tienen una gran infraestructura y cuentan con mobiliario modesto; pero logran con creces el objetivo como institución educativa. Los resultados de la prueba PISA 2018 lo demuestran. Los colegios privados superaron el puntaje mínimo en Comprensión Lectora, Matemática y en Ciencias, no así los colegios del Estado.
La educación privada al ser diversa, tanto en sus propuestas pedagógicas como en el costo de la pensión, permite a las familias elegir libremente la educacion que quieren para sus hijos, de modo que sea compatible con sus ideales, valores, expectativas y presupuesto. El COVID-19 ha golpeado duramente a las familias y ocasionando el cierre de mil quinientos colegios. Los colegios han bajado sus pensiones en 25% en promedio, y han atendido con ayudas adicionales a las familias que se han visto más afectadas.
Últimamente, el Estado está enfocado en su rol rector, ignorando que la educación privada obtiene buenos resultados en las pruebas internacionales, es la que promueve la innovación pedagógica en el país y da trabajo a 300,000 maestros. Este énfasis en la regulación le hace perder de vista su tarea más importante: el rol educador de los casi seis millones de alumnos que estudian en sus escuelas. Promover redes educativas que permitan el intercambio de experiencias y buenas prácticas entre los docentes de los colegios públicos y privados impulsaría esta mejora.
El dicho popular “a caballo regalado no se le mira el diente” no debe aplicarse a la educación pública. Que esta sea gratuita no significa que no cueste; o que los alumnos que estudian en ella no tengan derecho a recibir una educación de calidad. El Estado gasta aproximadamente tres mil soles por alumno en Primaria, y seis mil soles en Secundaria al año. Esto equivale a una pensión de 272 soles en Primaria y 545 en Secundaria.
Por otro lado, la Pandemia ha abierto una ventana de tiempo valiosa para arreglar y construir los colegios que necesitamos para el bicentenario. En marzo del 2019, solo el 37% de los locales escolares del país contaba con las condiciones para iniciar clases y aproximadamente 17,125 locales escolares necesitaban ser reconstruidos totalmente.
Las pruebas censales tomadas a alumnos de segundo de Secundaria muestran que solamente 1 de cada 5 estudiantes entiende lo que lee. El Estado debería corregir su presbicia rectora para ver mejor lo que tiene más cerca; enfocando sus recursos y esfuerzos en la mejora de la educación pública, y contando con la educación privada como aliada. A un año del bicentenario debemos tener presente que la grandeza de un país se mide principalmente por la educación de su pueblo.
Mg. Jorge Camacho
Director del colegio Los Álamos